viernes, 19 de diciembre de 2008

La gata voladora


Mi gata quiere sexo (y no, no tengo trastornos de doble personalidad).

Tanto, tanto lo quiere, que no basta con refregarse con cuanta pared, cable, zapatilla o pata de la mesa que se le ponga adelante. En la constante, eterna y perseverante búsqueda del objeto de placer que calme sus pulsiones, se tiró del balcón. Siete pisos en caída libre.

Lo que una mujer puede hacer por una alegría, no tiene precio. Para todo lo demás, existe Master Card.

No hay comentarios: