martes, 18 de noviembre de 2008

Método me aburre


"- Un museo de cera -empiezo-, como si el beso de la matinée desconociera la necesidad fundamental de explorar el cuerpo de otro. Exploro el cuerpo del otro -cito, y los dejo con la boca abierta- como si quisiera ver lo que tiene adentro, como si la causa mecánica de mi deseo estuviera en el cuerpo adverso.

En cambio, los enanos se sumergen en el estatismo, sin preocuparse por seguir avanzando, tal vez porque cuando llegan a la pose que asocian al beso de las telenovelas se ven saciados, cumplen con un objetivo que no se liga al placer erótico sino a tocar el ideal romántico que les impone la cultura de masas".

Julián Gorodisher. "El jardín de las esculturas (los dueños de la matinée y unos colados)" en La ruta del beso. 2007

La cita ("Exploro el cuerpo...") es de Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso. 1998

(Los enanos son los adolescentes habitués de las matinée)

Cliché. Y me hago cargo


Acabo de publicar mi primera entrada (esa! vamor incorporando el vocabulario bloggero... oh my), y sentí que tenía que compensar con algo.

Igual, creo que me estoy yendo de mambo, pero bue... es lo que hay

Amores eran los de antes...

Casi todo lo descripto es real... Casi
Diciembre 2007

Crónica Naza
por Agu





Su negocio es la histeria. Aprendió a jugar con su altura, con su pelo largo y rubio (teñidamente rubio), con sus lolas, con sus súper labios gordotes. Pero por sobre todo, aprendió a manejar las tablas, las luces, las cámaras. Ella seduce, lo sabe y lo utiliza en todo momento. Y tanto los aplausos como los billetes le alimentan el ego al tiempo que el estómago.
Nazarena Vélez anda suelta por el mundillo de la farándula. Lo recorre con habilidad, lo transita con audacia y, mientras tanto, parece que se divierte. Hace de su vida privada el sostén de su popularidad. Porque, ok, actúa hace casi veinte años, modeló en los comienzos de su carrera y hasta cantó y bailó por un sueño. Pero ella, al final de cuentas, es un equilibrio inestable y casi perfecto entre los ingredientes más trash de la cocina chimentera. Jorge Rial, Hernán Caire, Diego Maradona, Daniel Agostini, Viviana Canosa, Marcelo Tinelli, Gerardo Sofovich y alguna que otra mujer pulposa aspirante a vedette. Su personaje es todo eso, un revuelto efectivo que la posicionó en lo más A dentro de lo clase B.

Quilmes Atletic Club
- El problema es que estoy a mil promocionando la obra, no paro un segundo
- O sea que es imposible…
- Agus! Nada es imposible. Venite al teatro y te doy la nota. Hago tantas pelotudeces que cómo te voy a negar la entrevista
Fin de la conversación telefónica, vía libre a la confianza. De un soplido borró cuanta distancia había entre periodista y “estrella”. Porque a pesar de la tintura, el maquillaje, la silicona y el strass que porta, ella nunca deja de ser una piba de Quilmes. Y desde ahí le habla al público y a la prensa. Quizá, el mayor talento de Nazarena sea levantar barreras. Y así, casi no hay diferencia entre su historia privada y su personaje mediático: ella, a pesar de salir por la tele y mostrar el culo en el teatro, es una mina más.
Ahora bien, si Nazarena es la copada, la que se encarga de poner los puntos es su productora, Agustina. “Mientras te confirmo la entrevista mi productora me está mirando con una cara de orto espantosa, pero no me importa”. Sin mucha explicación, la puentea y establece complicidad directamente conmigo. Ya no somos más la entrevistada y la entrevistadora, la vedette y la periodista. Ahora somos Naza y Agus.

De pronto flash
Llego al teatro Tabarís, donde el mes pasado se estrenó No tan santas, la primera comedia musical del gran Sofovich. Mientras espero que llegue Naza, se empiezan a amontonar sobre la calle Corrientes las chicas del Chaqueño Palavecino, todas mayores de 50 que compran compulsivamente el merchandising del cantante –fotos y vinchas con brillitos incluidas- al tiempo que hacen la cola para entrar al recital.
A través de la multitud de menopáusicas aparecen sorpresivamente las figuritas conocidas. Primero llega Eliana Guercio, segunda de Naza –según lo que se lee en el cartel de la obra- con unas gafas negras en plena noche porteña -divismo a full-. Al rato pasa Fernanda Neil, bonita mujercita que salió de la troup de Chiquititas, pasó por el tupper de personas (léase Gran Hermano, pero de famosos), y ahora está meneándose sobre el escenario con poca ropa pero muchas aspiraciones. Y así, una tras otra. Menos mi entrevistada.
El tiempo se hace notar. Las fans del Chaqueño, antes simpáticas, ahora me molestan. El guardia de seguridad del Tabarís me pide que me corra de la puerta y me mira mal. Encima hace calor, mucho calor. Y Nazarena que no llega. Hasta que una hora más tarde de lo pactado, se baja de su camioneta gris, saluda a la vendedora de vinchitas de Palavecino, y se mete con una velocidad asombrosa en el teatro. Se me escapó, lo que me obliga a lidiar con su productora, que condensa altas dosis de mala onda en su metro cincuenta, que se para sobre unas plataformas blancas y que camina dando pasos cortos pero rapiditos.
Insisto. La llamo. Hablo con el guardia. Finalmente, la súper producer me viene a buscar. Abro la puerta de camarín y está ella, descalza y mirándose al espejo mientras la maquilladora –un travesti de dos metros con una voz grave pero extremadamente femenino- le pone las pestañas postizas.
“Perdoname que te hice esperar, pero no paro. ¿Te jode si le entro a los fideos?”, me pregunta aunque ya sepa la respuesta. Y cómo me va a joder… Hasta me siento un poco culpable. “Pobre mujer, debería cenar en paz”, pienso.
“Está todo bien con los periodistas. Pero ya estoy un poco hinchada las pelotas con el ritmo que llevo. Sé que es mi trabajo, es lo que elegí y estoy feliz, pero duermo cuatro horas por día”. Y pese a su cansancio y sus dos millones de actividades por jornada, Nazarena le pone la mejor.

El Padrino
Un gran espejo, un sillón blanco, mucho maquillaje, olor a spray. Fotos. Muchas. Sus hijos son los protagonistas, pero no están solos. Ahí está él, en todas partes, como el Dios del teatro de revistas. Ella lo ama y no tiene ningún reparo en decirlo. “Gerardo (Sofovich) es mi hombre”, afirma. Y se hace cargo.
En abril de 2006, Sofovich fue sobreseído por supuesta administración fraudulenta durante su gestión al frente de ATC, en 1992 –etapa de furor menemista-. En ese período, el canal estatal perdió 8 millones de pesos. Gerardo y Carlos son grandes amigos hace más de treinta años. Y no casualmente ambas figuras tienen una estrecha vinculación con negocios turbios: sus imágenes tienen un tinte de mafiosos. Y a ellos parece importarle bastante poco. Como a Nazarena.
“Estoy orgullosa de encabezar sola en la calle Corrientes. Hoy, Gerardo Sofovich presenta a Nazarena Vélez. Es una gran presión y una gran responsabilidad, pero como buena leonina, si no tengo adrenalina, no puedo vivir”. Se enorgullece de ser la polla del Padrino. No se hace demasiadas preguntas y, en cambio, disfruta su momento.
“Cantando y Bailando –concursos del programa de Marcelo Tinelli, donde famosos compiten para cumplirle el sueño a la `gente común´- me dieron la posibilidad de ayudar a personas que no tienen recursos, algo que no se acostumbra en el medio. Me involucré mucho, me rompí el orto y estoy feliz de haber sido útil”. Nazarena en buena mina. Se le nota. Pero no se da cuenta de que con la caridad no basta. No une causa-consecuencia, no advierte que gran responsabilidad de la crisis social de la Argentina tiene que ver con Carlos y su pandilla.
Ella ama al productor de cine, teatro y televisión. Se olvida del lado oscuro de su hombre y elige acompañarlo desde la co-conducción del programa televisivo diario A la manera de Sofovich. Muerde la manzanita con sexualidad, y fin del dilema.

Radiopasillo
La acompaño al canal. Está agotada y recién son las 12 del mediodía.
“Hola, mi vida! ¿Cómo estás? Te queda divino el corte de pelo”. “Che, pero qué calor que está haciendo. In-so-por-ta-ble”. “¿No me pedirías una tarta de jamón y queso? Así como algo antes de empezar el programa”.
Otra vez, la chica de barrio. Sin aires de diva, se siente como en su casa. Por los pasillos se desenvuelve con soltura. No los camina, se desliza. Saluda a cuanta persona se le cruza, y le pone la mayor cuota de simpatía. Seduce, no importa si es hombre o mujer. Destila histeria, quiere que todos la quieran y en gran medida lo consigue: “Yo sólo quiero esforzarme para estar cada vez mejor. No me interesa tener problemas con nadie.”
Así, deambula por canales de televisión. Porque no sólo conduce un programa de entretenimientos sino que, por sobre todo, ella es el entretenimiento. En el momento en que se prende la lucecita roja, está preparada para exponerse. Toma aire y vomita historias íntimas.
“A esta altura ya sé qué decir y qué no. Es un límite muy finito y soy consciente de que me puedo caer en cualquier momento. Pero por ahora, funciono. Cobro yo y cobran los que muestran las pelotudeces que digo”.
¿Son pelotudeces?
Nazarena empezó a modelar a los 14. Quería una bicicleta. Terminó siendo Miss Quilmes. Después vinieron las publicidades. Y al ratito, con un matrimonio fallido y una hija a cuestas –"Barbarita"- estaba metida de lleno en la movida bailantera. La rubia se hizo un lugar entre los morochos pelilargos y así, sin mucha vuelta, fue la chica del niño bonito tropical: Hernán Caire. Muy rico todo. Hasta que ella declaró abiertamente que la golpeaba. La golpeaba feo.
Después se casó con Daniel Agostini, creador del hitazo “La ventanita”. Nació Gonzalito y, cuatro años más tarde, se separaron. El divorcio se puso complicado. Idas y vueltas. Denuncias cruzadas. Hace un par de semanas, ella contó con bronca que él le desvalijó la casa: “Llegó en un camión con tres personas y se llevó el 80 por ciento del mobiliario”, le dijo a Rial. Agostini, luego, la catalogó de mentirosa. Después de ese circo, Naza me explica que no habla mal de Daniel, fundamentalmente por respeto a su hijo -"Gonzalitao"- y a ella misma. “Hoy no estamos como antes, pero supongo que en algún momento volveremos a estar bien”. Delicias de la vida post conyugal.
Si a esto le sumamos el nunca confirmado affaire con Diego Maradona y la propuesta de casamiento de Huberto Roviralta –ex marido y receptor-de-cenicero de Susana Giménez-, obtenemos una vida agitada. Y pública. Fundamentalmente pública.
“Yo vendo un personaje que está entre la femme fatal y la actriz. Muestro mis tetas y mi culo y al mismo tiempo te cuento una historia. Arriba y abajo del escenario”.
De eso vive, y por eso vive. Proyecta su vida íntima, alimenta el culebrón de la tarde y, encima, está buena.
Ninguna pelotudez.

Carne de tu carne
“Arriba del escenario saco toda una cosa femenina, pero yo soy principalmente huevos. Me siento un poco la mujer maravilla, y tampoco tengo otra opción, tengo dos nenes que necesitan una mamá fuerte, que esté bien, que responda”. Así justifica su exposición. Naza es una proporción 50-50 de huevos y ovarios; pone toda la carne al asador y lo hace, como ella insiste, por sus hijos.
Por eso le dijo que no a la propuesta de Tinelli para que Barbarita ingresara al staff de Patito Feo: “Soy una madre castradora. Me hago la loca y en realidad soy una mujer del siglo pasado”. Sin embargo, en el fondo, ella sabe que no lo hace por conservadora, sino porque vivió el frenesí del medio desde muy chiquita. Y entonces, quiere preservarlos.
“Mis nenes están felices y contenidos. Yo quemé muchas etapas, no hice el viaje de egresados del secundario, repetí tres veces tercer año… Por eso quiero que ellos vivan su infancia. Yo traigo la comida a casa y si bien ellos me demandan que baje un cambio, me considero una muy buena madre.”
Así se mueve entre la cornisa que separa lo público y lo privado. Siempre pila pila, siempre arriba, entreteniendo, seduciendo y, al mismo tiempo, cuidando a sus hijos. Difícil no caerse.

Sube-y-baja: sin arena pero con mucha pluma
Se abre el telón y empieza No tan santas. Nazarena Vélez entra sola en escena. El público la aplaude. Supo hacerse querer. La comedia es una parodia del mundo de las vedettes: todo pasa en camarines, las chicas pulposas se pelean, chusmean, hablan de hombres, hasta cantan (mal). Y mientras tanto -o sobre todo-muestran las tetas. El negocio cierra.
Nuevamente, Sofovich acierta: la gente está dispuesta a pagar una entrada que va desde los 60 pesos hasta los palcos de 300 por hora y media de espectáculo.
Nuevamente, Nazarena acierta: la gente se ríe, se calienta. De la chica de Quilmes pasó a ser… la chica de Quilmes que vive en un barrio cerrado de Tigre. Juega con su histeria, divierte, entretiene. Lo sabe y lo aprovecha. Su paso por Como Pan Caliente, Gasoleros, Los Roldán, Pasión de Sábado –en televisión-, Boeing Boeing, El Champán las pone mimosas –en teatro- le enseñó a nadar en el negocio del chimento.
Naza convence desde la confianza, desde la intimidad. Hoy está arriba; logra mantener un equilibrio tembloroso, tan inestable que da la sensación de que, si la agarra una corriente de aire, se cae de boca al sótano del show bussiness. Esperemos que no le pase. O al menos no pronto.