jueves, 11 de diciembre de 2008

Abstinencia sexual

Hay momentos en los que los deseos de tener un intercambio sexual laten (concibiendo al sexo como un intercambio entre dos valores de uso). Esto suele suceder en momentos de soltería exacerbada o, también, en tiempos de malos pasares de la pareja (explicación asociológica al tiempo que apsicológica, basada exclusivamente en el sentido común). Algunos, muchos, recurren a la televisión, la play, los helados. Otros, tantos, apelan a la bien conocida "agenda de ex´s". Los más hacen ambas cosas.
Casi todos tenemos un asuntito que quedó por allá atrás, en el fondo del cajón. Entiéndase por "asuntito" a largas, complejas, placenteras, tortuosas, duraderas relaciones de amor, como también a simples filitos insignificantes. No distingo acá estratos cualitativos; simplemente construyo la categoría bajo la premisa de relaciones-del-pasado.
Ahora bien, hasta acá nada muy nuevo. Pero lo que motiva este comentario (casi al pasar, como quien no quiere la cosa) viene a cuento de aquellos asuntitos que, bajo el generalizado síntoma de abstinencia sexual, recurren a la anteriormente mencionada "agendita". Existirán aquellos que me cuestionarán mi censura a resucitar un revolcón. No se equivoquen! Yo aplaudo los revolcones bajo dos puntuales términos: que las condiciones de juego sean claras, y que el cuerpo del cadaver (aka la relación) esté medianamente caliente. Por eso sostengo que el problema emerge cuando los abstinentes se van de mambo y quieren revolver guisos ya digeridos. El agravante: una pseudo declaración de amor como excusa, una suerte de apelación a los viejos y sentimentaloides tiempos para persuadir a la otra persona en cuestión.

Un ejemplo. Digamos que una muchachita de unos quince años tiene sus primeros acercamientos con un muchachito de una edad similar (un poquito más grande, ok, pero no mucho). Un par de besos, un proto-noviazgo. Y pará de contar. El histeriqueo se prolongó, sí, más de lo supuesto. Pero la historia siempre fue trunca. No se gustaban... Y entonces, cinco años más tarde de aquel primer chichoneo (y dos de no cruzar ni palabra, ni mensaje de texto, ni mail, ni señal de humo), el muchachito, ahora joven, le manda un mail a la señorita. Ella abre el correo completamente desconcertada, con cara de "what-the-fuck". Y el desconcierto se agudiza al leer una declaración amorosa que contiene la frase: "Este dulce juego del olvido en el que vos representás la ilusión de lo que no fue". Y el remate: "Espero que estés bien, sé que estás de novia; yo estoy bien, separado hace bastante".
Para qué tanta voltereta?
Creo yo, desde mi humilde lugar de opinóloga-panelista (¿?) que sería bastante menos grasa y, por ello, mucho más honesto y respetable, decir: "Che, te quiero garchar. Te copás?"

Por eso, como mensaje a la comunidad, tanto femenina como masculina, me gustaría pronunciarme en contra de los discursos disfrazados y las intenciones revueltas. Si querés tener sexo, pedí sexo.
Y, como bonus track, enuncio: pedí sexo a quien corresponda. No enciendas el ventilador y sacudas toda la agendita. Ahorrate quedar en harto ridículo. Vos fijate...

Sepan discupar, pero fui poseída por las chicas de Sex and the City...

1 comentario:

LULÚ dijo...

sory, pero nada calienta menos que las reglas establecidas y el "garchamos?".
Por lo menos para mi